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El día 14 de marzo se cumplen 135 años del nacimiento, en 1879, de Albert Einstein. En conmemoración de dicha efeméride reproducimos a continuación el artículo sobre su vida y obra escrito por el Dr. Luis Vega Martín, Profesor Titular de Física Aplicada en la Universidad de La Laguna y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. El artículo se publicó en el periódico “El Día”, de Santa Cruz de Tenerife, y está disponible en su formato original en la sección “Biblioteca” de esta página web.
Poincaré y Einstein: un extraño menosprecio.
La cercanía entre las Matemáticas y la Física ha sido una constante de la historia que ha rendido infinidad de frutos a la Ciencia. Visto con cierta perspectiva, resulta más llamativo que se las separe que hablar en común de ellas, porque forman una feliz “pareja de hecho” sin perspectivas de posible ruptura. Este comentario en tiempo presente, que creo que es ampliamente compartido y merecería un desarrollo más amplio, es probablemente indiscutible si se refiere a los siglos XVII, XVIII y XIX: en muchas ocasiones Matemáticas y Física eran prácticamente indiscernibles.
Un ejemplo muy notable de lo que se ha dicho es Henri Poincaré (1854-1912). Nacido en Francia en una familia que tuvo muy notables personajes (su tío fue Presidente de la República durante la primera Guerra Mundial), fue un niño enfermizo, muy corto de vista, con la singularidad de ser ambidextro y que padeció graves problemas de coordinación motora y sufrió de difteria en su infancia. Sin embargo, cuando gracias a la ayuda de su madre empieza a ir a la escuela, los maestros descubren en él una inteligencia excepcional, que le granjeó el calificativo de “monstruo de las matemáticas”. Cursa estudios en la prestigiosa Ecole Polytechnique, completándolos en la Escuela de Minas, por entonces la de más prestigio en Francia. Alumno del célebre matemático Charles Hermite, se doctora en 1879, obteniendo la cátedra de la Sorbona (también la de la Ecole Polytechnique) en 1886.
Usando de la libertad de cátedra, cada año sus cursos versaban sobre un tema distinto, guiado por los intereses de los problemas que le ocupaban en cada momento. Los apuntes de esos cursos nos han dejado una colección de extraordinaria importancia, en los que Poincaré desarrolló avances importantes en temas de óptica, electricidad, mecánica de fluidos astronomía, termodinámica, teoría de la luz, además de otros propiamente matemáticos.
No es este el sitio (no cabría) de glosar su contribución a las matemáticas “puras”. Poincaré es considerado el último gran matemático generalista, haciendo importantes contribuciones a la teoría de funciones, teoría de números y geometría algebraica, además de ser considerado el padre de la topología algebraica, en la que propuso, además, la llamada “conjetura de Poincaré”: uno de los problemas que han ocupado a los matemáticos durante el último siglo.
Dentro de este enorme número de intereses intelectuales nos interesa tratar hoy su papel como precursor (casi descubridor) de la Relatividad. En efecto, en 1898, siete años antes que Einstein, Poincaré planteó la necesidad de reformular las leyes de la Física de un modo consistente con que el concepto de simultaneidad dependa del reposo o movimiento del observador. En 1900 publicó un artículo titulado “¿Existe realmente el Éter?” Y relacionado con éste, cuatro años más tarde, fue él el quien establece que, si se quiere que las leyes de la Física no cambien al describirse por dos observadores en movimiento relativo (con velocidad constante), lo que se llama el principio de relatividad, hay que abandonar la idea del tiempo absoluto. Digamos por último que en junio de 1905, al mismo tiempo que aparecía el artículo de Einstein sobre la Relatividad Especial, Poincaré escribe que “parece que la imposibilidad de demostrar el movimiento absoluto es una ley de la naturaleza”.
Es claro que, aunque la Relatividad Especial tal como la entendemos es una creación sumamente original de Einstein, que añade a lo establecido por Poincaré la constancia de la velocidad de la luz como postulado, éste estuvo rondando muy cerca de dar con la solución de un problema que cuestionaba las bases de la Física.
Curiosamente, Einstein no citó más que una vez en su vida a Poincaré (y fue bastante después), pero sí a Hendrik Lorentz, quien a su vez hacía abundantes referencias a Poincaré. En correspondencia, Poincaré no citó jamás a Einstein, cuyos trabajos ignoró incluso cuando dictó sus célebres conferencias sobre Relatividad en Alemania (1909) en presencia de Planck, por entonces ya el gran valedor de Einstein, ni después del congreso de Solvay (1911) en el que ambos coincidieron.
Esta ignorancia mutua, con toda probabilidad deliberada, es un extraño suceso de la historia de la Ciencia. Más aún si se tiene en cuenta que ninguno de los dos se caracterizó por ser cicatero en el reconocimiento de la valía intelectual de sus colegas: lamentable desencuentro entre quienes eran los más grandes de su tiempo.
Henri Poincaré fue además un notable divulgador de la Ciencia. En algunos de sus libros reveló su firme convicción de que el cerebro, el subconsciente, sigue trabajando sobre los problemas (diríamos hoy que en segundo plano) cuando nuestra atención se fija en un tema distinto. Su convencimiento de esto era tan fuerte que su método de trabajo estaba exactamente establecido: investigaba de 10 a 12 de la mañana y de 5 a 7 de la tarde y nunca fuera de ese horario.
Jamás trasnochaba, convencido de que durante el sueño su cerebro resolvería los problemas que, despierto, no tenían solución.
Quiero acabar con algo aún más raro que las convicciones de Poincaré sobre el cerebro. En 1890 y sin conexión lógica aparente con nada de lo que sucedería después, Poincaré estudió las propiedades matemáticas de un espacio de cuatro dimensiones en la que una de ellas es imaginaria, justamente el tipo de espacio matemático que hoy llamamos de Minkowsky, en el cual la descripción de la relatividad especial y general se hace natural. Extraña casualidad que quince años antes de que fuera de ninguna utilidad, Poincaré desarrollara uno de los útiles matemáticos imprescindibles para la Teoría de la Relatividad.
Figura: Albert Einstein (1879-1955) durante una conferencia en Viena en 1921. Autor: Ferdinand Schmutzer. Wikipedia.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
Luis Vega Martín.
ACDC. 14Mar2014.