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El 8 de marzo de 2014 se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “Grandes monstruos varados”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.
Grandes monstruos varados.
En agosto de 1935 apareció en la playa de El Médano un gigantesco monstruo de los que le gustan a los criptozoólogos, gente aficionada a buscar animales que no existen. No se supo exactamente qué era, ya que la prensa no siguió la noticia finalmente. El periódico La Prensa indicó en su edición del día 14 de agosto que “El hallazgo ha suscitado gran curiosidad y han sido innumerables las personas que han acudido estos días al Médano atraídas por la novedad del suceso. Aunque al principio se supuso que se trataba del esqueleto de una ballena reconocimientos posteriores han hecho desechar aquella creencia. La cabeza del supuesto monstruo mide unos tres metros y medio de longitud y se hallaba totalmente desecada. La parte superior de la mandíbula se halla aún en la playa”. En la fotografía que incluye la noticia se observa a una bañista subida en esta mandíbula superior. El resto del esqueleto, varias vértebras y colmillos de gran tamaño, se lo llevó un estudiante llamado Antonio González Batista.
Según el Diario de Las Palmas, que también recogió la noticia, se creyó que no era una ballena sino más bien un ejemplar de especie rara y jamás vista por las latitudes de estas islas. Otros testigos indicaron que “se trata de un verdadero monstruo marino, de un animal quizá antediluviano que hasta ahora ha permanecido cubierto por el fango marino”. Una de las vértebras se la llevó Agustín Cabrera Díaz, director del Instituto de La Laguna, para realizar un estudio, cuyos resultados no se llegaron a divulgar.
Emoción, intriga y dolor de barriga. ¿Lo dejamos aquí y así se queda el lector con el gusanillo del misterio porque me podría convenir?; no, no me apetece. Y seguramente cualquiera preferiría una aclaración del pequeño enigma a que le mareen la perdiz con vagas posibilidades y aperturas mentales que no vienen a cuento.
Al año unos 2.000 cetáceos aparecen varados en las playas de todo el mundo vivos o muertos, arrastrados por las corrientes. Además de estos mamíferos, suelen aparecer restos de grandes calamares (en forma de masas gelatinosas putrefactas), que también suelen llevar a especulaciones sobre misteriosos monstruos marinos y a que los buscadores de bichos imaginarios pasen un rato entretenido. En el caso del “monstruo de El Médano” todo parece indicar, según los datos disponibles, que se trató de un zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris). Así me lo indicó Alberto Brito, catedrático de Biología Marina de la Universidad de La Laguna, a la vista de la foto que acompaña la noticia periodística.
Los zifios son cetáceos odontocetos (con dientes) de talla media superior a los seis metros y con rostro prominente. El par de grandes dientes en la punta de la mandíbula es visible en los machos y no son funcionales: los usan para sus enfrentamientos con otros machos. Ingieren la comida (cefalópodos y crustáceos) por succión. Éste es el dato más relevante para identificar al “monstruo” de El Médano como los restos esqueletizados de un zifio varado, además de la forma de mandíbula, ya que las ballenas carecen de dientes (misticetos). El zifio de Cuvier está ampliamente distribuido por el archipiélago y en otras ocasiones se han hallado ejemplares en las costas canarias, en particular en las de Fuerteventura en los años 80, al parecer como resultado de las maniobras navales que se desarrollaron en días previos.
Cuando algún animal marino aparece muerto en las costas y sospechamos que se trata de alguna “criatura extraña” a los últimos que hay que llamar es a los criptozoólogos. Y, seguramente, ni siquiera en último lugar, porque crearán más desorden del que ya existe. Eduardo Angulo lo expresa perfectamente en Monstruos (451 Editores, Madrid, 2007): “Lo que más desea un criptozoólogo y lo que más le repele es el reconocimiento de la ciencia oficial. Si la aceptación llega será porque su ciencia no existe, pues se incluiría en la ciencia oficial. Si alguna vez ocurriera, la criptozoología perdería la base principal de su existencia. Pero nunca llega; es su destino, la periferia, siempre la periferia de lo tolerable, bordear la obsesión, a veces rozar la locura”.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 10Mar2014.