Monstruos del periodismo
Fecha Lunes, 09 diciembre a las 08:36:29
Tema Noticias


El 5 de diciembre se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “Monstruos del periodismo”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.

Monstruos del periodismo.

Los monstruos a los que hace referencia el título no son los grandes profesionales del periodismo, sino los que la criptozoología pregona desde su desierto particular. La criptozoología es una manía centrada en animales, preferiblemente de gran tamaño, que sólo habitan en la imaginación de unos cuantos y en las revistas que se dedican a aprovecharse de esas creencias. Entre los animales inventados más famosos se encuentran el bicho del lago Ness, el bigfoot y el chupacabras, sobre el que volveremos pronto.



¿Se acuerdan de Tkachenko, el pívot ucraniano de la antigua selección de baloncesto de la URSS?; pues imagínenselo lleno de pelo y tendrán al bigfoot o al yeti. El bigfoot es una leyenda surgida en el siglo XIX como consecuencia del hallazgo de grandes huellas en zonas boscosas del oeste norteamericano, como señala Joe Nickell en su libro Tracking the Man-Beasts (Prometheus Books, 2011). Desde entonces se han encontrado innumerables marcas que se han presentado como pisadas del ser, una filmación de 1967 (Patterson-Gimlin) que terminó por descubrirse que era un fraude perpetrado por un tipo disfrazado al que al parecer no le pagaron los 1.000 dólares que le habían prometido y testimonios, muchos testimonios, que no valen ni como calderilla. Con estas y otras muchas maniobras para impactar a los creyentes han pretendido los “criptozoólogos” dar un vuelco a la paleontología de los homínidos; pero en realidad es en la calenturienta imaginación de los cripto-Indiana Jones donde ha transcurrido la historia de este popular personaje. En Asia tenemos a su primo el yeti o abominable hombre de las nieves, cuya última aparición fantasmal tuvo lugar hace escasas semanas cuando el genetista Bryan Sykes, de la Universidad de Oxford, al examinar pelo de dos animales no identificados de la región india de Ladakh y de Bután por encargo de una serie televisiva de Channel 4 dijo haber encontrado “una coincidencia genética exacta” con el ADN de un oso polar primitivo hallado en Noruega. Esto está muy bien, pero no tiene nada que ver ni con el yeti, ni con los almas (“hombres salvajes legendarios”) ni con ningún otro ser imaginario propio de las leyendas locales asiáticas. Descubrir una especie extinta de oso es hacer paleontología, que es muy distinto a vender esas historias como si tales seres pudiesen existir con poblaciones viables. Es tan disparatada la especulación criptozoológica… Los periodistas aprovecharon que el Pisuerga pasa por Valladolid, es decir, que las muestras analizadas por Sykes pertenecen a un ser grande y peludo que habitaba en la zona en la que la leyenda sitúa al yeti para informar (es un decir) de que éste podría tratarse de una especie de oso.

Aunque quieran venderla envuelta en papel de regalo y con lazo, la criptozoología no ha estado nunca de enhorabuena ni podrá estarlo porque cualquier hallazgo que alguno de sus practicantes realice (algo casi imposible: a las inexistentes pruebas me remito) pasará a formar parte inmediatamente de la zoología, que es una ciencia y no un coleccionismo de monstruos anticuado revestido con las maneras científicas. La criptozoología es algo completamente prescindible porque cada año se organizan innumerables expediciones zoológicas a otros tantos puntos del planeta que descubren centenares de nuevas especies de anfibios, reptiles, aves e incluso mamíferos, mientras los “criptozoólogos” rumian década tras década los mismos mitos y estafan a la gente joven y aficionada a las maravillas reales de la naturaleza. Ellos solitos se desacreditan al creer que Chewbacca vive en algún bosque de Estados Unidos y al no haber sido capaces de mostrar ni una cagada reseca como prueba de su existencia real. Pedirle un cadáver o un esqueleto a los cripto-cuentistas es demasiado. O un pelo que no sea de oso o de bisonte.

Categoría: Publicaciones Recomendadas.

Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 09Dic2013.







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