La serpiente de verano ha muerto
Fecha Viernes, 09 agosto a las 14:49:30
Tema Noticias


El 9 de agosto se publicó en el periódico “La Opinión de Tenerife”, el artículo titulado “La serpiente de verano ha muerto”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.

La serpiente de verano ha muerto.

En verano, hace décadas, las páginas de los periódicos se adornaban con noticias sobre visiones de platillos volantes. En España hubo miles desde los años 50 hasta los 90, pero, en gran medida, se trató de una gran patraña fabricada por los periodistas del misterio, una especie de plaga para la propia profesión periodística y para cualquiera con cierto interés científico por la realidad y sus ocurrencias.



La creencia en la vida cósmica adoptó una forma típica en el siglo XX, y no me refiero a la de una lenteja voladora: la que resultó de fusionar una inteligencia sobrehumana e incomprensible con una técnica igualmente fuera de alcance humano, una especie de poder sobrenatural y tecnológico al mismo tiempo. Los dioses pilotaban naves cósmicas, o bien eran exploradores fugazmente entrevistos que se esfumaban en cuanto detectaban un ojo humano en las inmediaciones. En este escenario iniciático no podían faltar los malos que en todo buen mito hacen su aparición: en este caso los gobiernos y los ejércitos, que mantenían el secreto de la auténtica presencia alienígena en nuestro planeta. Todo ello con el concurso de una extensa colección de charlatanes que se inventaron contactos con seres del espacio, “expertos” en el misterio que no pasaban de ser simples maniáticos sin temor al ridículo, investigadores de ideas preconcebidas que no explicaron un solo suceso en su vida (por torpeza o por interés económico) y un público ávido de maravillas de tercera que acabó cansándose de oír los mismos cuentos año tras año. Simultáneamente, un cierto número de interesados en los relatos de la gente sobre extrañas visiones hallaban explicaciones racionales (aún hoy en día esta labor se realiza, afortunadamente, aplicando el sentido crítico a los casos antiguos que quedaron pendientes): los estímulos astronómicos como Venus o la Luna y los tecnológicos como los aviones, los globos sonda y las reentradas de chatarra espacial fueron los principales productores de fenómenos no identificados en los cielos (para quien no sabía lo que estaba observado, claro). Hoy en día son los pájaros y los insectos que se cuelan en las cámaras digitales los causantes de “extrañas” manchas en las fotos, más el concurso de los omnipresentes farolillos chinos que por todo el mundo se sueltan por la noche en festejos públicos y privados.

Los platillos volantes u ovnis recularon a la mitad de la tabla clasificatoria de los misterios mediáticos, quedando recluidos en Internet en forma de miles de fotografías borrosas y ridículas. Hoy las serpientes de verano son el signo zodiacal del heredero de una familia real y las conversas de una señorita noruega y de sangre azul con los ángeles mientras sana espiritualmente al personal. En las cosas del más allá la decadencia se acentúa: el deseo de la masa de creyentes por confirmar su creencia en la vida alienígena (los astrobiólogos, al margen del mito, se esfuerzan en ello constantemente) ha sido sustituido por burdas supersticiones actualizadas sobre energías inventadas por vividores y sanaciones fraudulentas de peligrosos personajes que se hacen llamar médicos alternativos. Otros se dedican a promocionar el turismo “paranormal” y del “misterio”, un fraude cultural como un piano de cola.

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ACDC. 09Agosto2013.







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