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El 23 de abril de 2015 se publicó en el periódico “La Opinión de Tenerife” el artículo titulado “La ignorancia y la magia”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.
La ignorancia y la magia.
La palabra magia es un recurso habitual para referirse a la propia ignorancia, ignorancia de la que, por supuesto, muchos se muestran orgullosos, que para eso son unos rebeldes al uso. Unos rebeldes que comulgan con la patrañas del misterio industrial televisivo y radiofónico y con la apertura mental distribuida por investigadores autodidactas que igualan una leyenda sobre apariciones misteriosas (de “luces populares”, de alienígenas o de la modestia del futbolista Cristiano Ronaldo) con el conocimiento científico, al que presentan con frecuencia envejecido e implicado en ocultamientos y manipulaciones que más parecen efectos del opio en la mente del aguerrido periodista que cosas realmente existentes.
El miedo, la ignorancia y los rumores sobrenaturales se hallan presentes no en dos, tres o dieciocho pueblos de Canarias, sino en todos y cada uno de ellos, porque en todos la superstición caló en otros tiempos y “acunan misterios”, como dice el otro, al igual que en el resto de España. No hay nada extraño en ello. Lo extraño sería que no hubiera leyendas de casas encantadas y lugares mágicos: el sentido común y el pensamiento crítico no han corrido siempre la misma suerte. La lectura de fuentes rigurosas, críticas y contrastables no contaba ni cuenta, en ciertos círculos, con beneplácito alguno; más bien son tabú. No es extraño, así, que algunos crean que los extraterrestres abducen a individuos, pero no han leído a Susan Clancy; que hay casas encantadas, pero no han leído a Joe Nickell; que los ovnis llegaron a la Tierra hace sesenta años, pero no han leído a Philip J. Klass o a V. J. Ballester Olmos en España, que los vikingos montaban unos fiestones con calvados en la playa de las Américas o en Maspalomas y no hayan leído a Antonio Tejera Gaspar, o que los guanches erigieron pirámides en Güímar pero no conozcan el libro “Las pirámides de Güímar, mito y realidad”, de Antonio Aparicio y César Esteban. Los ejemplos se pueden multiplicar hasta el infinito. Bueno, no, eso es imposible.
Y así van las cosas, con los “buenrrollistas” del ámbito local opositando para aparecer en el manicomio intelectual en el que se transforma con frecuencia el Canal de Historia. Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia cercana, echaron “Cosmos” por la tele, de Carl Sagan, que, a pesar de su cargante afectación poética a veces, “no lo hacía mal del todo” y usaba y hacía usar una habilidad que todos tenemos y es gratis: la capacidad de razonar, de no dejarse embaucar por quien vende maravillas al peso, reciclando viejas historias aprovechando el despiste general en torno a la cultura y el valor de la misma. Yo, para que me cuenten viejas historias, prefiero a Azorín, y para que abran mi mente al hoy medio proscrito Quijote. O busco “Más allá de la ciencia”, de James Randi, en Youtube.
Yo recomendaría, incluso recomiendo, por no usar solo el potencial, a nuestros políticos, alcaldes, concejales de cultura y otros representantes públicos estar con la mosca detrás de la oreja cuando algún anómalo reportero, cuenta-cuentos de la magia o escritores de banalidades disfrazadas de ciencia vanguardista les sugieran impulsar el turismo alternativo basado en la rumorología paranormal local. Una cosa es la situación de crisis y la imaginación “emprendedoril” y otra hacer el ridículo ante la opinión pública dando pábulo a las maquinaciones empresariales de gentes que se creen que los relatos de aparecidos, las supersticiones cubano-venezolanas importadas y los mundos de Yupi de “Cuarto milenio” tienen la misma categoría que los exoplanetas descubiertos desde el Instituto de Astrofísica de Canarias o la investigación arqueológica e histórica local de Sergio Baucells Mesa, por poner solo otros dos ejemplos de ese “infinito” al que me referí más arriba.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 24Abr2015.