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El 14 de marzo de 2015 se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “El experimento Iván”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.
El experimento Iván.
Hace unas pocas semanas, la prensa recordó el experimento de un estudiante de instituto de Estados Unidos llamado Nathan Zohner que en 1994 decidió comprobar el grado de ignorancia de sus paisanos en relación con la química, los miedos asociados y la manipulación por medio de la propaganda. Se le ocurrió parar por la calle a gente al azar y pedirle que firmaran una petición para controlar o prohibir una sustancia terrible que se llama monóxido de dihidrógeno. El monóxido de dihidrógeno es H2O, es decir, agua. La gente firmó, muy concienciada, claro. Y firmó porque Zohner les dijo, entre otras cosas, que el monóxido es un componente importante de la lluvia ácida, te puede ahogar si lo ingieres en grandes cantidades, puede quemar la piel en estado gaseoso y erosiona las montañas. No les dijo que nuestro cuerpo, como el de los gatitos de Youtube y los bonitos murciélagos autóctonos de Tenerife, también se compone en gran parte de tan terrible sustancia química, sí, química.
A nadie le gusta que lo engañen, pero a veces, parece lo contrario. Engañadores, más o menos sutiles, los ha habido siempre, pero ahora se han multiplicado como setas tras unos días de humedad en el monte. Y no me refiero sólo a los vendedores de misterios, enigmas y magias de pacotilla, ya sea de Canarias o de la Patagonia, sino a todo un ejército de sanadores alternativos, homeopáticos, reikistas y curalotodo que se nutren de la debilidad de personas enfermas (les recomiendo encarecidamente “Medicina sin engaños”, de José Miguel Mulet, editorial Destino, 2015).
Zohner podría hacer maravillas con cualquier creencia estrambótica, como que nos visitan seres extraterrestres desde los tiempos de los antiguos egipcios. Ah, esperen, que ya hubo algunos Zohner, en cierto sentido, hace décadas… La credulidad, la exageración y el sensacionalismo más desbocado han estado unidos desde siempre a las informaciones sobre ovnis, y para comprobarlo, a unos pocos interesados les dio por crear una oleada ovni en 1978. Los periódicos llevaban años medio colapsados con noticias sobre estas visiones, así que un grupo de críticos envió noticias falsas a la prensa de Irún (Guipúzcoa) hasta que surgió una oleada en diciembre de 1978. Así nació el proyecto Iván, con Félix Ares de Blas a la cabeza. En enero de 1979 confeccionaron un auténtico objeto volante no identificado mediante los faros de un coche y otras dos luces similares, alimentadas por la batería de un vehículo. Gorostiaga, cerca de las Peñas de Aya, fue el lugar elegido para que se posara el platillo volante, el día 4. Y lo vieron; y se lo creyó mucha gente. Para algunos testigos el ovni aumentaba y disminuía de tamaño e incluso ¡vieron aterrizar el aparato! Unos lo veían en un lugar, otros en otro. También los colores variaban al gusto de cada persona. La opinión generalizada en la localidad guipuzcoana es que se trató de una nave extraterrestre y según un electricista era imposible que se tratase de un trucaje (en otros casos fraudulentos nos encontramos con cualificados dictámenes similares al citado). Algún periodista del misterio de la época trago ruedas y carretones, y sus lectores ración doble.
Con un ordenador, una cuenta en Youtube y una gran jeta es fácil convertirse en figurín de lo alternativo. Los hay por docenas, a cual más loco: gente que inventó un motor de energía libre en la bañera de su casa; tipos que nos alertan sobre la inminente invasión de reptiloides alienígenas; individuos preocupadísimos porque creen que las estelas de vapor de agua de los aviones los están dejando estériles; gente que no vacuna a los niños por miedos irracionales y que van consiguiendo que simpáticas enfermedades aparezcan de nuevo; tratamientos contra el cáncer inventados por dementes, etc. (una buena selección de estos temas aparece en The Martians have Landed. A History of Media-Driven Panics and Hoaxes, de Robert E. Bartholomew y Benjamin Radford, 2012). También tienen una opción más clásica: vender como cultura creencias trasnochadas, misterios para el consumo turístico y trampitas similares para gente supuestamente espiritual que cree que el pensamiento crítico es un engorro que hay que evitar para no ofender a la parroquia que devora calenturas alternativas.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
RCP.
ACDC. 16Mar2015.