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La ouija: contacto con el más acá
 

El 5 de julio de 2014 se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “La ouija: contacto con el más acá”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.

La ouija: contacto con el más acá

En 2007 acudí, sin saber dónde me metía, a un programa-basura de televisión en el que iban a hablar de cosas extrañas y paranormales, como las que algún empresario del misterio dispensa de vez en cuando en las islas parasitando las conciencias. Entre otras ocurrencias de los invitados, un chico, joven y flaco como un guelde, aseguró que le habían sucedido cosas muy impactantes practicando la ouija, lo que es una especie de leyenda urbana. La ouija es un juego inútil al que juegan algunos adolescentes y con el que algunos menos adolescentes pero muy creyentes pierden el tiempo. Como seguramente sabe el lector, consiste en una tabla en la que figura un alfabeto, los dígitos, las sílabas sí y no y un par de palabras más como adiós y quizás. Por medio de una pequeña plancha (o un vaso) que se desplaza al poner los dedos de los participantes encima ya estamos listos para contactar con el más allá; quien se lo crea, claro. Imaginemos cómo deben tener ordenada la mente algunas personas que realmente creen que con tan ridículo artilugio pueden contactar con un supuesto ámbito trans-terreno desde donde entidades desencarnadas, buenas y malas, les cuentan cosas respondiendo a sus preguntas. Y todo ello sin saber si realmente tal ámbito existe, que sería lo primero a averiguar, y luego pasar a ver quién vive ahí, y qué bares frecuenta. Pero no subestimemos la capacidad del público para tragarse cualquier absurdo que algún carismático paranormalista le susurre al oído como la novedad del siglo.



Aunque algunas fuentes aseguran que en el círculo pitagórico (siglo VI a. C.) ya se usaba un artilugio semejante, en realidad la ouija fue inventada por un tal Elijah Bond y comercializada por una empresa a finales del siglo XIX, cuando las sesiones espiritistas estaban muy de moda, como forma de facilitar el “contacto” (todo el mundo no era médium ni practicaba la “escritura automática”). Para los que quieran bromear un rato con los amigos es más económico fabricársela reciclando materiales apropiados. Pueden hacer una uniendo tabletas de chocolate y con letras de nata, y al acabar comérsela, si la risa les deja.

La ouija se ha usado habitualmente en los círculos ocultistas, y con el desarrollo del mito de los platillos volantes fueron las agrupaciones de contactados con seres extraterrestres las que la emplearon como método seguro y sin tener que ir a descampados y desiertos sin ser vistos por nadie para intercambiar obviedades con el primo de Klaatu. Todo ello se corresponde con el nivel de tragaderas más alto: aquel que hay que acusar para creerse que la planchita o el vaso realmente se mueven impulsados desde el más allá o desde algún lugar de la galaxia y no por la fuerza inconscientemente aplicada sobre el cacharrito. Recientemente, el papel cuché en el que se editan las cutre-maravillas nacionales nos recordó la experiencia de tres amigos en la tinerfeña playa de la Tejita en 1975, cuando por medio de nuestra tablita unos aficionados a lo oculto contactaron con un ordenador extraterrestre que orbita alrededor de la Tierra, así como lo leen. Allí el entrevistador pregunta al veterano contactado por la técnica de la ouija y éste recordó los diálogos del grupo con ET. Lo hacen con la misma naturalidad con que ahora alguien envía un “guasap” a un amigo de Alemania.

Es el efecto ideomotor, los pequeños movimientos involuntarios de nuestros miembros cuando una sugerencia u orden nos condiciona, el que hace que los participantes de la ouija muevan realmente el señalador o plancha a la búsqueda de una respuesta coherente. Normalmente hay un guía, pero no un espíritu, sino un listo que busca voluntariamente una respuesta con que sorprender a los creyentes y con la que reforzar su estatus de “conctactado”. Estos poderes desaparecen cuando vendamos convenientemente los ojos a todos los que participan en una sesión de ouija. Seguro que se imaginan por qué.

La ouija no tiene ningún peligro, aparte del que la credulidad desaforada acarrea en nuestras mentes. Juntar una mente inestable y creyente en la propaganda sobre el más allá, una tabla ouija y un ambiente propenso puede ser poco aconsejable, pero no porque ningún espíritu con mal rollo posea a nadie. Esos espíritus del más allá habitan en el mismo barrio que el ratón Mickey y Godzilla, y la ouija no proporciona información de mayor calidad que a la que cualquier sujeto se le podría ocurrir sobre la marcha para sorprender a los más impresionables y predispuestos.

Categoría: Publicaciones Recomendadas.

Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 07Jul2014.


Enviado el Lunes, 07 julio a las 08:57:30 por divulgacioncientifica (2550 lecturas)
 
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