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Pohnpei, la isla del secreto
 

El Escéptico, la revista para el fomento de la razón y la ciencia, editada por ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, llegó recientemente a su número 39, correspondiente al otoño-invierno de 2013.

En la página 66 se publicó el artículo “Pohnpei, la isla del secreto”, escrito por César Esteban López, Doctor en Física, Profesor Titular de Astrofísica en la Universidad de La Laguna, investigador en el Instituto de Astrofísica de Canarias y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica de la Universidad de La Laguna.

Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.

Pohnpei, la isla del secreto.

Aunque desconocida para casi todos debido a su enorme lejanía y escaso interés para el turismo de masas, la isla de Pohnpei (Estados Federados de Micronesia) alberga algunos yacimientos arqueológicos extraordinarios, entre los que destaca la ciudad megalítica de Nan Madol. Es un lugar donde los buscadores de misterios han situado civilizaciones perdidas, seres voladores y ciudades sumergidas. La realidad, como siempre, es bien distinta y todos esos misterios se reducen a un problema antropológico, la incomprensión entre dos culturas donde la narrativa de los hechos históricos tiene una forma y un sentido diferentes.



Sobre un altar de piedra.

Pohnpei, antiguamente conocida como Ponapé, es una isla montañosa del Archipiélago de las Carolinas, situada en el Pacífico occidental y que alberga la capital de los Estados Federados de Micronesia. Su nombre significa ‘sobre un altar de piedra’ y es uno de los lugares más lluviosos de la Tierra, con una vegetación exuberante que  lo cubre todo con un color verde intenso. Aunque las primeras evidencias de poblamiento humano se remontan al siglo primero d.C., no es hasta alrededor del 1200 d.C. cuando aparece la extraordinaria arquitectura megalítica que caracteriza la prehistoria de la isla, en un momento en que el poder se centraliza bajo la dinastía de los saudeleur. Estos dirigentes ejercían un control férreo desde Nan Madol, la gran ciudad situada entre la costa y el arrecife que rodea la isla. Según las leyendas orales fueron dos hermanos: Olosipa y Olosaupa, los que construyeron Nan Madol. Estos personajes comandaron una expedición de gentes venidas de Katau Peidi, una región o isla ignota situada al oeste. Según los datos arqueológicos, el ocaso de Nan Madol comienza alrededor del 1650 d.C. y la ciudad ya se encontraba deshabitada en el momento de las primeras visitas de europeos a mediados del siglo XIX. Según la tradición, la caída de la ciudad coincidió con la llegada de otro extranjero: Isokelekel, venido desde Katau Peidak, identificada por unos con la actual isla de Kosrae y por otros con alguna región celeste situada al este. Este héroe derrotó a los sanguinarios saudeleur e instauró un régimen feudal descentralizado sustentado en cinco reinos que coinciden con las cinco municipalidades que persisten en la actualidad. La monografía de Hanlon (1988) es la mejor introducción a la historia de Pohnpei previa al periodo colonial.

El primer europeo que avistó la isla fue nuestro compatriota Pedro Fernández de Quirós en 1528, aunque no llegó a desembarcar. Pasó bastante tiempo hasta que el australiano John Henry Rowe pusiera su pie en la isla en 1825, que pasó a ser un puerto de escala y descanso de los buques balleneros que surcaron el Pacífico durante el siglo XIX trayendo enfermedades, prostitución y misioneros protestantes. Aunque las Islas Carolinas fueron nominalmente consideradas territorio español, no fue hasta 1885 cuando España tomó posesión efectiva de la isla estableciendo la Estación Naval de Carolinas Orientales, cuya sede se encontraba en la colonia de Santiago de la Ascensión, que sigue siendo la capital de Pohnpei con el nombre de Kolonia. La vida de los varios cientos de militares destacados en la isla, la mayoría soldados filipinos, no fue nada fácil, pues hubo varias revueltas muy sangrientas en los años de ocupación española (ver Elizalde Pérez-Grueso 1992). En 1899, tras la Guerra hispano-estadounidense de 1898, España vendió las Islas Carolinas y parte de las Marianas a Alemania, que se ocupó de ellas sufriendo también estallidos de violencia con la población nativa hasta que Japón la desalojó a su vez por las armas en 1914. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó el control del territorio que no alcanzó su independencia hasta 1990. Después de haber estado bajo el yugo de tantas potencias diferentes, Pohnpei siguió manteniendo bastante intacta su estructura social y de poder local. El cambio más drástico fue el de la religión, que dividió la isla en dos, una mitad católica y otra mitad protestante.

La citada ciudad antigua de Nan Madol es el yacimiento arqueológico más impresionante de Micronesia y posiblemente de toda Oceanía. Ocupa una extensión de 1200 × 600 m2 y consiste en 92 islotes artificiales de forma rectangular separados por numerosos canales cuya profundidad varía según la marea. Una parte de estos  islotes se encuentran rodeados de muros perimetrales construidos con bloques prismáticos de basalto que suelen apoyarse sobre enormes rocas del mismo material. El lugar se construyó entre la costa de la pequeña isla de Temwen, separada por una pequeña distancia de Pohnpei y el arrecife de coral que le circunda. La mayor parte de los islotes fueron utilizados como residencia pero otros fueron destinados a tumbas o ceremonias religiosas. Nandauwas es la estructura más espectacular (70 × 50 m2 de superficie y con paredes de hasta unos 7 u 8 m de altura) y mejor conservada de todo el yacimiento, fue la tumba de los saudeleur y de los posteriores reyezuelos o nahnmwarki del antiguo reino (hoy municipalidad) de Madolenihmw.

La forma tradicional de narrar la historia de los ponapeños es bien distinta a la nuestra. Está basada en relatos y canciones transmitidas de forma oral que atañen a hechos importantes realizados por los antepasados, héroes antiguos o los propios dioses. Es una narrativa mítica, que mezcla hechos posiblemente reales con otros fabulados y que no distingue mitología de historia objetiva. De hecho los dioses, que viven en el cielo o en el inframundo bajo el mar, se mezclan continuamente con los humanos y en su vida cotidiana. Al contrario que a nosotros, a los ponapeños no les preocupa la fidelidad de las historias contadas, les preocupa su relación con el entramado social y el equilibrio político de su comunidad. De hecho, como muy bien explica el antrópologo Petersen (1990) en su libro con el revelador título de ‘Perdido en la maleza’, existen distintas versiones o variaciones locales de las mismas historias que son en muchos casos irreconciliables, por lo que resulta casi imposible conocer los hechos reales que se encuentran tras esos relatos.

Faber-Kaiser sobre el secreto.

En 1985 el ufólogo y periodista del misterio barcelonés Andreas Faber-Kaiser  publicó el libro titulado: Sobre el secreto. La isla mágica de Pohnpei y el secreto de Nan Matol, en el que relata un viaje iniciático a Pohnpei realizado en 1984 junto con su amigo Miquel Amat. Como es habitual en este tipo de literatura, la obra no resuelve ningún misterio, mezcla anécdotas de viaje, retazos de historia sacada de los libros, tradiciones orales ponapeñas interpretadas al pie de la letra, revoltijos de experiencias anteriores, como las de su viaje a Cachemira  y comentarios esotéricos a la vieja usanza. Baste una de las frases de la introducción para ilustrar el baturrillo: “…en las aguas de Pohnpei se refleja, desde la profundidad de los tiempos, la identidad final del símbolo solar y galáctico de la esvástica  con el símbolo de la perfección de la obra representada por el sello de Salomón también llamado estrella de David.”

Aunque el significado de esta frase se me escapa totalmente (imagino que no seré el único), afortunadamente, no todo el libro trata sobre este tipo de disquisiciones, en general es un relato altamente no lineal y bastante subjetivo sobre las experiencias vividas en aquel entorno exótico y que puede ser, siendo benévolo, incluso de cierta utilidad para el interesado en la isla.

La razón de su viaje a Pohnpei parece que hay que buscarla en una reunión con el inefable Erich von Däniken celebrada en un restaurante de Barcelona en 1981, en donde le habló sobre la necesidad de una exploración personal de Pohnpei y de la ciudad de Nan Madol. El escritor suizo había visitado Pohnpei pero los resultados de sus indagaciones resultaron bastante escasos. En su famoso libro El mensaje de los dioses, Däniken comentaba que quizás Nan Madol fuera el acceso a otra instalación o ciudad subterránea y refiriéndose a las construcciones pétreas dice: “¿Servirían las fortificaciones para proteger dicho acceso? Por sí solos los nativos no pudieron llevar a cabo obras subterráneas de tal envergadura; ¿les ayudaron quizás extraños visitantes?” Esta visión etnocentrista es la típica en los buscadores de astronautas de la antigüedad, están convencidos de que las culturas no occidentales del pasado fueron incapaces de realizar obras grandiosas, por eso necesitan extraterrestres; los micronesios actuales no habrían sido capaces de realizar este tipo de construcciones. Así las cosas ya sabemos a lo que estamos abocados, hay que buscar seres misteriosos para explicar el origen de lo misterioso, en fin.

En su libro Faber-Kaiser afirma que la arqueología oficial desconocía completamente la finalidad de las ruinas de Nan Madol y cita un único trabajo académico etnográfico (no arqueológico) de Riesenberg (1968) sobre la isla. Sin embargo, la realidad era bien distinta pues en los años 70 y principios de los 80 del siglo XX ya se contaba con trabajos publicados basados en prospecciones arqueológicas realizadas por los arqueólogos estadounidenses Stephen Athens o William Ayres, que disponían de dataciones radiocarbónicas y ya manejaban una interpretación del lugar bastante similar a la actual (ver Morgan 1988 ó Rainbird 2004).

Al poco de llegar a Pohnpei, Faber-Kaiser y Amat conocieron a las misioneras Mercedarias españolas Rosario Arberas y María Caballero, que llevaban largos años en la isla, sobre todo Rosario y que todavía realizan hoy en día su labor en la Misión Católica de Kolonia, cerca de los muros del Fuerte Alfonso XIII, últimos testigos de la presencia colonial hispana en la isla. Faber-Kaiser comenta que Rosario, tras comentarle que querían investigar Nan Madol, les advirtió que “no se les ocurriera dormir en las ruinas, pues quien dormía en ellas moría, pues era la ciudad de los espíritus y que allí los fantasmas eran reales”. También les dijo que el héroe Isokelekel, el conquistador de Nan Madol, llegó a la isla volando. Es curioso que en 2006, durante mi visita a la isla, en las conversaciones con esas dos misioneras nunca aparecieron comentarios de ese tipo, aún sabiendo que yo también venía a investigar en Nan Madol  ¿había cambiado su mentalidad en los 20 años transcurridos? Las dos misioneras recordaban vívidamente la visita de Faber-Kaiser y su compañero comentándome algunas anécdotas sobre su accidentada estancia en Pohnpei que no vienen al caso. Es curioso que el periodista barcelonés siempre habla del halo de secretismo y de cierta molestia con que todo el mundo al que preguntó trataba las cosas relacionadas con la historia antigua de la isla y sus lugares sagrados, algo que nunca noté en mis distintas conversaciones con especialistas en la historia local.

El escritor ocultista James Churchwald (1931) consideraba que Nan Madol era el santuario del continente perdido de Mu. En 1939, el escritor y viajero alemán Herbert Rittlinger (1954) recogió la increíble historia de que submarinistas japoneses, en el periodo de entreguerras, habían encontrado una ciudad sumergida en las cercanías de Nan Madol y unos sarcófagos de platino que albergaban a las momias de los nobles del lugar. Parece ser que algunas leyendas locales dicen que los bloques de basalto con los que se construyó la ciudad megalítica (posiblemente desde el norte de la isla) vinieron volando por el cielo, pero reputados recopiladores de la tradición oral como Luelen Bernart (1977) o Masao Hadley (1980) no hablan de piedras voladoras. Los resultados de las pesquisas de Faber-Kaiser en Nan Madol fueron bastante magros. Además de recoger en el libro un refrito de historias orales y cosas ya escritas por otros autores aunque sin citar ningún trabajo arqueológico que, como ya hemos comentado, sí existían, una de las conclusiones es que las piedras no pudieron ser transportadas de ninguna forma humana posible hasta allí. Como vemos, lo típico de las investigaciones esotéricas, no resuelven misterios, los alimentan. Tampoco resolvieron el enigma de la ciudad sumergida, pues no dispusieron de medios para realizar las inmersiones necesarias. Eso se llama ir preparado. Lo único que resolvieron es que el basalto de las construcciones de Nan Madol provenía de la propia isla ¡Bingo! Recogieron muestras del yacimiento arqueológico y de filones naturales en otras partes de Pohnpei y los llevaron a analizar a geólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona, que certificaron que provenían de un mismo tipo de magma. Al menos una conclusión basada en métodos científicos.

Un paseo inesperado.

Pero el verdadero meollo del libro de Faber-Kaiser, su aventura más iniciática, se lleva a cabo en Salapwuk, el centro espiritual de Pohnpei, el lugar adonde llegaron los primeros pobladores de la isla según la tradición. Como en todas las culturas, el origen de los ponapeños también tiene tintes míticos. Nuestro periodista barcelonés nos cuenta cómo uno de los sabios locales, Pensile Lawrence, después de mucho insistirle y de evasivas por su parte, le cuenta, como si fuera un saber oculto transmitido en una experiencia iniciática, la leyenda sobre las primeras nueve parejas de viajeros que llegaron en canoa hasta una roca que estaría situada en Salapwuk. Lo gracioso es que esta misma leyenda ya estaba publicada, al menos desde los años 30 y recogida en el monumental trabajo de una expedición alemana a Micronesia llevada a cabo entre 1908 y 1910 (Hambruch 1932, 1936), que él mismo cita en varias ocasiones a lo largo del libro y también en un libro en inglés (Bernart 1977). 

Salapwuk está situado al suroeste y es la zona poblada más al interior y montañosa de la isla. Faber-Kaiser y Amat se desplazaron a la casa de Bernis Washington, uno de los sabios más respetados de la comunidad, “el más alto celador de los lugares sagrados de Salapwuk que tendríamos oportunidad de conocer”. En la misma tarde de la llegada todos ellos tuvieron una conversación con Washington que es la experiencia central del viaje pero de cuyo contenido nada se refleja en el libro. Por lo visto, el sabio nativo les exigió mutismo absoluto, Faber-Kaiser dice al respecto: “Mutuo silencio sobre lo que allí se hablaría fue la condición previa a nuestra conversación, compromiso que por supuesto no voy a romper, por lo cual solamente reflejaré aquí aquello que no atañe al mismo” y finaliza “Todo, en esta vida, se sabrá a su debido momento. Pero solamente entonces, cuando este debido momento haya llegado. No antes.” ¡Vaya chasco! En el culmen del libro, después de 139 páginas leídas y llegar a esto. Desgraciadamente ya no habrá oportunidad de saber lo que se dijo en aquella conversación, aunque tampoco creo que haya motivos para preocuparse. Al día siguiente, después de desayunar y al ver que no llovía, (cosa realmente paranormal en la isla) se fueron de expedición por el interior de la jungla para visitar lugares sagrados y donde nuestros dos intrépidos buscadores de la verdad esperaban encontrar las claves del origen oculto de la isla. Les guió “un grupo de conocedores y guardadores de aquellas montañas” armados con machetes, absolutamente necesarios para caminar por la jungla y con un viejo fusil, cosa que mosqueó sobremanera a nuestros compatriotas. El caso es que aunque les dijeron que “jamás antes de vosotros extranjero alguno había llegado ni de lejos a aquellos parajes”, cosa que Faber-Kaiser repite en varias ocasiones a lo largo del libro, estuvieron todo el día dando un enorme rodeo (extenuante teniendo en cuenta las altas temperaturas y la humedad típicas de la isla) y no llegaron a ver “ningún destino interesante para lo que yo andaba buscando.” Aparentemente, no llegaron a visitar ninguno de los lugares que Bernis Washington les prometió. Parece ser que los guías “estaban cumpliendo instrucciones”. Todo un complot. Al final, como no podía ser de otra manera,  Faber-Kaiser aprende algo de la experiencia, aunque no haya sido muy iniciática: “En el fondo estuve satisfecho: no solamente había logrado localizar aquella escalera, sino que logré acceder a su primer peldaño. No era el momento para pisar los siguientes. Hay que saber renunciar en el momento justo.” El que no se consuela es porque no quiere y más después de marcarse semejante viaje.

Perdidos entre la maleza.

Vamos a ver ahora algunas aclaraciones sobre la experiencia de Faber-Kaiser en Salapwuk. En primer lugar no es ni mucho menos el primer extranjero en recorrer dichos parajes. Existen informes de varios investigadores que realizaron estudios en el área, como el antropólogo japonés Iwakishi Muranushi en 1936, que participó en una expedición científica interdisciplinar en Micronesia; Charles Breck en 1980, que describe una serie de estructuras arqueológicas; la arqueóloga Joyce Bath, que realizó prospecciones sistemáticas en la zona en 1980 y otras más recogidas en la monografía de Ayres y Mauricio (1997). Parece bastante claro que la comunidad local conocería perfectamente aquellas visitas, sobre todo las más recientes de Breck y Bath, por lo que resulta sospechosa la repetida afirmación de haber sido los primeros extranjeros en internarse en Salapwuk, o le engañaron o Faber-Kaiser engañó a sus lectores. Por otra parte, el propio autor de estas líneas también tuvo su experiencia en recorrer las junglas cercanas a Salapwuk al visitar el complejo megalítico de Sapwtakai en 2006. Aunque fui acompañado por personal del Historic Preservation Office del Estado de Pohnpei, tuvimos que contratar la ayuda de un guía local para, armados también de machetes, llegar al lugar arqueológico. En ningún momento noté ningún tipo de rechazo ni de secretismo, nadie hizo preguntas ni estuvo espiando lo que hacía durante el trabajo de campo.

La clave del más que probable malentendido que sufrió Faber-Kaiser (o que propició debido a sus ideas preconcebidas sobre el asunto) lo encontramos en la interesante monografía realizada por Ayres y Mauricio (1997) sobre la arqueología del área de Salapwuk , basada en un amplio trabajo de prospección en la zona realizado en 1989, apenas cinco años después de la visita de los barceloneses. En los capítulos preliminares, Ayres y Mauricio dejan bien claro que, antes y durante el trabajo de campo: “Se dedicó mucho tiempo en recabar información de los residentes en Salapwuk acerca de sus conocimientos sobre los elementos del paisaje y del entorno. Nos enfrentamos a problemas a la hora de obtener detalles sobre la tradición oral relacionada con los distintos sitios registrados y acerca de las zonas geográficas o los nombres de los lugares. Esto era lo esperable, porque las costumbres ponapeñas requieren un cierto grado de secretismo cuando se trata de revelar aspectos del conocimiento tradicional.” Más adelante nos lo esclarecen aún más: “En algunos casos,  incluso un ponapeño que no haya nacido en una comunidad dada no tiene el privilegio ni el derecho automático para discutir o investigar determinados lugares arqueológicos o aspectos culturales considerados sagrados por la comunidad a no ser que solicite el permiso para hacerlo por parte de personalidades locales. Generalmente, la concesión del permiso viene acompañada de instrucciones, la enseñanza de normas de comportamiento adecuadas  e incluso, en algunos casos, de fórmulas sagradas de protección cuando se visitan lugares especialmente importantes.” Como vemos, todo este ambiente de secretismo del que nos habla Faber-Kaiser son parte intrínseca de las costumbres isleñas, nada relacionado con secretos iniciáticos necesariamente sensibles para el resto del mundo.

En uno de los apéndices finales de su trabajo Ayres y Mauricio (1997) explican en detalle y en forma de diario, cómo organizaron la logística y el trabajo de campo en Salapwuk, describiendo perfectamente el complejo proceso de consulta-permiso.  Inicialmente solicitaron y consiguieron el permiso del jefe del sector de Salapwuk y de la municipalidad de Kiti , posteriormente consiguieron la bendición de Bernis Washington, último historiador oral de la zona, el mismo que atendió a Faber-Kaiser y posiblemente dio las instrucciones para le dieran aquel “paseíto” de marras. Cuando llevaba casi un mes el proyecto, Washington les informó de que en el consejo del municipio de Kiti habían tenido fuertes discusiones sobre el trabajo que estaban realizando en Salapwuk y se les recomendó escribir una solicitud formal de permiso y un informe sobre la motivación y desarrollo del trabajo. Estos problemas se volvieron a presentar en otras ocasiones, pero pudieron solventarse siguiendo los cauces y las normas tradicionales. Cuando ya llevaban aproximadamente la mitad del trabajo de campo, la salud de Washington empeoró de manera alarmante. Aunque fueron alertados de que en el pasado la gente pensaba que los miembros prominentes de la  comunidad podían morir cuando se perturbaban las zonas sagradas de Salapwuk, Washington y su familia consintieron en que el trabajo continuara, incluso tras la muerte de éste en agosto de 1989. 

Como vemos, el ejemplo perfectamente relatado por Ayres y Mauricio nos  proporciona las claves para entender el fracaso de Faber-Kaiser en Salapwuk. No se le concedió el permiso porque posiblemente no era merecedor de la suficiente confianza o no había seguido la cadena de solicitudes requerida por la comunidad. El secretismo y la desconfianza en la comunicación con los ponapeños no era tanto debido a la relevancia objetiva de lo que la comunidad guardaba sino a su concepción particular sobre lo sagrado y de su propia historia mítica. Estamos ante un problema típico de lost in translation, un choque cultural que nos produce confusión y nos hace creer que nos enfrentamos a misterios donde solo hay tradiciones celosamente guardadas, en definitiva, acabamos perdidos entre la maleza.

Bibliografía:

AYRES, William S. y MAURICIO, Rufino (1997) Salapwuk Archaeology: A Survey of Historic and Cultural Resources on Pohnpei, Federated States of Micronesia,  Micronesian Endowment for Historic Preservation, U. S. Nationa Park Service.

BERNART, Luelen (1977) The Book of Luelen, Australian National University  Press. 

CHURCHWALD, James (1931) The Lost Continent of Mu, Ives Washburn.

ELIZALDE PÉREZ-GRUESO, María Dolores (1992) España en el Pacífico. La colonia de las Islas Carolinas 1885-1899, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

DÄNIKEN, Erich von (1976) El mensaje de los dioses, Martínez Roca.

ESTEBAN, César (2007) “Orientaciones y astronomía en Nan Madol, Pohnpei (Micronesia)”, Tradiciones y nuevas realidades en Asia y el Pacífico, Asociación Española de Estudios del Pacífico, pág. 65-73.

FABER-KAISER, Andreas (1976) Jesús vivió y murió en Cachemira, Editorial ATE.

FABER-KAISER, Andreas (1985) Sobre el secreto. La isla mágica de Pohnpei y el secreto de Nan Matol, Plaza & Janes Editores, S. A.

HADLEY, Masao (1980) The City of Nan Madol, manuscrito inédito depositado en la biblioteca de Micronesian Seminar (Kolonia, Pohnpei).

HAMBRUCH, Paul (1932, 1936) “Ponape”, Ergebnisse der Südsee Expedition 1908-1910, 3 volúmenes, De Gruyter & Co.

HANLON, David (1988) Upon a Stone Altar. A History of the Island of Pohnpei to 1890, University of Hawaii Press.

MORGAN, William N. (1988) Prehistoric Architecture in Micronesia, Kegan Paul International.

PETERSEN, Glen (1990) Lost in the Weeds, Center for Pacific Islands Studies.
RAINBIRD, Paul (2004) The Archaeology of Micronesia, Cambridge University Press.

RIESENBERG, Saul H. (1968) The Native Polity of Ponape, Smithsonian Institution Press.

RITTLINGER, Herber (1954) Der masslose Ozean, Paul List Verlag.

Notas:

Tristemente desaparecido en 1994 a los 49 años de edad. Fue fundador en 1976 de la conocida revista de temática paranormal Mundo Desconocido y presentador de programas de radio.
2 Su libro más conocido y también más polemico es Jesús vivió y murió en Cachemira (1976). Donde especula sobre la posibilidad de que Jesucristo no hubiera muerto en la cruz si no que, una vez repuesto de sus heridas, fuese a vivir a Cachemira.
3 Mi investigación no tenía nada que ver con lo esotérico, me dediqué a tomar medidas sobre la orientación de algunos edificios de Nan Madol y de otros lugares del interior de la isla con el fin de realizar un estudio arqueoastronómico.  Los resultados se publicaron inicialmente en Esteban (2007) y, un estudio más completo aparecerá a finales de 2013 o principios de 2014 en un volumen especial de Studies in Global Archaeology editado por la Universidad de Uppsala y dedicado a monumentos prehistóricos del Pacífico.
4 William Ayres es un reputado arqueólogo estadounidense de la Universidad de Oregón con muchos años de trabajo en la isla y en otros lugares del Pacífico. Rufino Mauricio es uno de los pocos ponapeños con un título de doctorado, realizado precisamente en arqueología bajo la dirección de Ayres. Es el único arqueólogo profesional en Pohnpei y, actualmente, Ministro de Educación del Gobierno de los Estados Federados de Micronesia. Lo conocí personalmente en Pohnpei y me acompañó durante mi visita a Nan Madol.
5 Una de las cinco municipalidades o territorios en los que se divide actualmente la isla, ocupa aproximadamente su cuadrante suroeste. De mayoría católica, es una de las zonas donde hay un mayor porcentaje de nombre y apellidos españoles debido a la presencia de sacerdotes compatriotas nuestros hasta hace pocos decenios. De hecho el arqueólogo Rufino Mauricio proviene de esta zona.

Pies de figura (véase el artículo en su formato original):

Figura 1. Mapa de los Estados Federados de Micronesia y zonas adyacentes. El círculo indica la posición de la isla de Pohnpei. La capital del país es Palikir, que es un centro administrativo que contiene únicamente las dependencias del gobierno. 

Figura 2. Plano de la isla de Pohnpei. Se indica la localización de la capital de la isla, Kolonia, fundada por los españoles con el nombre de Santiago de la Ascensión en 1885 y de los dos lugares comentados en el texto: la ciudad megalítica de Nan Madol y el área sagrada de Salapwuk. 

Figura 3. Restos de los muros del fuerte Alfonso XIII en el centro histórico de Kolonia, capital de Pohnpei. Construído en época de dominación española y mantenido posteriormente por el gobierno colonial alemán debido a las frecuentes revueltas de la población.

Figura 4. Zona de la Misión Católica de Kolonia. A la izquierda pueden verse los restos de la antigua iglesia construida por los alemanes, donde destaca el campanario y que fue destruida en le Segunda Guerra Mundial. A la derecha, tras la vegetación se encuentran uno de los edificios del colegio femenino de Our Lady of Merci, regentado por las Misionarias Mercedarias de Bérriz, el último elemento  vivo de la presencia española en Pohnpei. En primer término se ven los muretes que encierran un pequeño cementerio que contiene las tumbas de misioneros españoles y alemanes.

Figura 5. Entrada al complejo monumental de Nandauwas (Nan Madol), situada en el muro occidental, construido con bloques prismáticos de basalto de origen natural apilados. Tras la primera abertura puede verse también parte del muro interno y la entrada de la tumba central al fondo. El muro a la derecha de la abertura tiene entre 5 y 6 metros de altura.

Figura 6. Vista de la mayor parte del muro oriental que se encuentra de la tumba real de Nandauwas (Nan Madol) que se encuentra encarado hacia el arrecife y el océano. La porción de muro mostrada tiene unos 50 metros de longitud y entre 7 y 8 metros de altura.

Categoría: Publicaciones Recomendadas.

César Esteban López.
ACDC. 13Ene2014.


Enviado el Miércoles, 15 enero a las 09:01:08 por divulgacioncientifica (1057 lecturas)
 
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