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El complejo de Galileo
 

El 18 de abril se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos”, de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “El complejo de Galileo”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. El artículo, en su formato original, se encuentra en ESTE ENLACE.

El complejo de Galileo.

En el mundillo del misterio prefabricado no hay idea o disparate que no pueda ser presentado como algo posible o consumible, ya sea en forma de libro de recopilación de historietas sin credibilidad o por medio de un congreso del misterio al que acuden unos pocos ocultistas que se hacen llamar “investigadores”, cuando en realidad no han conseguido explicar ni aclarar nada, al contrario, giran en torno a unas cuantas imaginaciones personales que difunden ante un auditorio que quiere comulgar con lo que oye sin hacer preguntas incómodas.



Psicofonías, fantasmas variados, misteriosos animales que sólo ellos ven o presienten y otras muchas cosas del mercado paranormal son las materias a las que se aplican esos “investigadores del misterio”, cuya única intención es figurar entre los ignorantes, sacar toda la tajada que puedan y, por añadidura, confundir al poco ducho a la hora de determinar quién hace investigación científica y quién es un simple empresario de lo oculto o un negociante que vampiriza las creencias irracionales mayoritarias.

Entre las argucias dialécticas que usa esta tropa misteriosa de presuntos periodistas se encuentra la de aparecer como víctimas de un poder férreo, que no es otro que el de la ciencia, con la que mantienen una relación de amor-odio. A menudo se presentan como sus amantes (nadie se presenta abiertamente como un charlatán), pero, más frecuentemente, como caballeros andantes menospreciados, criticados y atacados por aquélla, es decir, por los auténticos científicos o divulgadores de ese tabú que es el pensamiento crítico. ¿Y qué mejor que figurar como detentadores de un conocimiento trascendente o revolucionario ante gente sensible a estas pantomimas que cree que los científicos responden a la imagen prototípica de éstos en las películas de serie B de hace sesenta años? Y aquí entra Galileo, el santo patrón de todos los chiflados.

Galileo, dicen, fue perseguido y censurado por sus ideas revolucionarias. Un poder, la Iglesia, lo mantuvo a raya por negar sus dogmas: unos malos que negaron lo que el sabio había descubierto. Vamos, lo mismo que los investigadores del “fantasma” del Museo de Historia y Antropología de La Laguna o de las caras de Bélmez, que no son vergonzosas pinturas, qué va, sino teleplastias, caretos surgidos de la nada, o del más allá. Me pregunto si en lugar de caras hubiesen sido culos; ¿se imaginan? Aquí el papel dogmático de la Iglesia lo desempeñan los críticos y escépticos, que pretenden desacreditar las carazas belmezianas y otras muchas machangadas de igual calibre. Éste es el nivel basura de la comprensión popular de la ciencia.

Cuando los actuales abogados de lo absurdo y comerciantes de lo insólito se quejan amargamente de que la visión dogmática de los científicos no acepta sus caprichos trayendo a colación a Galileo como su ilustre antepasado no hacen más que trampas. Galileo se enfrentó a un poder ideológico con demostraciones empíricas ahora completamente aceptadas por la ciencia, pero la Inquisición declaró herético y absurdo el sistema heliocéntrico que defendía el pisano. Además, que el comportamiento del cosmos conocido entonces fuese comprensible matemáticamente por medio de un materialismo de base era algo que la Iglesia no podía entender. Nuestros pseudoperiodistas del “más allá” se parecen más bien a los cardenales a los cuales Galileo se enfrentó; éste, en cambio, tenía pruebas de lo que afirmaba.

ACDC. 19Abr2013.


Enviado el Viernes, 19 abril a las 09:29:08 por divulgacioncientifica (1176 lecturas)
 
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