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El día 6 de febrero se cumplen 11 años del fallecimiento, en 2002, de Max Ferdinand Perutz. Para recordar sus grandes aportaciones a la ciencia reproducimos a continuación el artículo sobre su vida y obra escrito por el Dr. José María Riol Cimas, Profesor Titular de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de La Laguna y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. El artículo se publicó hace unos años en 2.C, el suplemento de ciencia y cultura del periódico La Opinión de Tenerife, y está disponible en su formato original en la sección “Biblioteca” de esta página web.
La hemoglobina de Perutz.
El 6 de febrero se cumplen 11 años del fallecimiento de uno de los grandes personajes de la ciencia del siglo XX: Max Ferdinand Perutz. Su muerte, como era de esperar, tuvo en su momento escaso interés para los medios de comunicación: sólo aparecieron algunas pequeñas notas necrológicas en un par de periódicos de tirada nacional... y eso fue todo.
Perutz fue nada menos que uno de los fundadores de la Biología Molecular o, mejor dicho, de la primera Biología Molecular, la que se desarrolló antes de que el ácido desoxirribonucleico (ADN) se adueñara de todo. Porque, a pesar de lo que pueda parecer hoy, la Biología Molecular no surgió con el estudio del ADN, sino con las investigaciones sobre otras moléculas biológicas: las proteínas.
Es decir, primero fue la Biología Molecular estructuralista, la que se ocupaba de las formas de las moléculas biológicas, de su estructura tridimensional, hasta que la otra Biología Molecular, la informacionalista, la que estudia la naturaleza unidimensional del ADN, terminó por ganar la partida. Esta corriente recibió un decidido impulso a raíz del descubrimiento de la estructura del ADN, porque en ésta molécula lo que interesa básicamente es la sucesión, el orden de los pares de bases nitrogenadas de la molécula, que son los que aportan la información.
Perutz siempre supo muy bien en cual de las dos “biologías moleculares” se alineaba. En el año 2000, en una entrevista concedida con motivo de una visita a España, declaraba: “Lo único que hace el ADN es determinar el orden de los aminoácidos en las proteínas. Los genes no saben hacer otra cosa, son realmente muy torpes. La clave está en las proteínas, que son las verdaderas máquinas de la vida, y entender la estructura de cada una es entender cómo funciona cada una, y es entender en que consiste la vida. Estoy encantado de haber trabajado con proteínas, y no con ADN”.
Con el mismo convencimiento que mostraba con ochenta y cinco años, dedicó veintitrés de su vida, los transcurridos entre 1936 y 1959, a desentrañar la estructura de una molécula extraordinariamente compleja: la hemoglobina, la proteína de los glóbulos rojos que se encarga del transporte de oxígeno desde los pulmones hasta las células del organismo a través de la sangre, y que confiere a ésta su color rojo. Al final, mediante análisis de difracción de rayos X de cristales de hemoglobina, consiguió ser uno de los primeros en determinar la estructura completa de una proteína. Años después también descubrió en que consistía el mecanismo de oxigenación y desoxigenación de la molécula: descubría así un aspecto fundamental de las bases moleculares de la respiración.
Casi todo su trabajo lo llevó a cabo en un centro mítico: el laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge, donde Perutz dirigió la unidad de Biología Molecular entre 1947 y 1962. Allí tuvo como colaboradores a otros grandes de la ciencia como John Cowdery Kendrew, James Dewey Watson y Francis H. Compton Crick. Conviene recordar que, entre aquellas paredes, en 1953, Watson y Crick determinaron la estructura en doble hélice de la que hoy es la más famosa de todas las moléculas biológicas: el ADN. Por su descubrimiento, ambos recibieron en 1962 el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, junto a su colega Maurice Wilkins, del King´s College de la Universidad de Londres.
Asimismo Perutz, por su laboriosa investigación sobre la hemoglobina, fue galardonado, también en 1962, con el Premio Nobel de Química, que compartió con su compañero de laboratorio, Kendrew, el descubridor de la estructura de la mioglobina, una proteína localizada en el músculo que almacena oxígeno, formada por sólo 153 residuos de aminoácidos frente a los 574 de la hemoglobina. 1962, sin duda, fue el año del reconocimiento internacional para el laboratorio Cavendish. De los ocho galardonados ese año con los cinco premios Nobel (Literatura, Paz, Física, Química y Medicina o Fisiología), cuatro realizaron sus descubrimientos en el Cavendish: el propio Perutz, Kendrew, Crick y Watson.
Gracias a los descubrimientos de Perutz se pudieron conocer con profundidad las bases moleculares de muchas enfermedades: las hemoglobinopatías estructurales. Hoy están descritos alrededor de ochocientos tipos distintos de hemoglobina, de los que unos cuatrocientos son patológicos. Las hemoglobinopatías más frecuentes son las que producen el rasgo y la anemia falciformes, que afectan fundamentalmente a la población negra africana.
Max Ferdinand Perutz nació el 19 de mayo de 1914 en Viena (Austria) y murió el 6 de Febrero de 2002 en Cambridge (Gran Bretaña). La noticia de su muerte no apareció en la portada de ningún medio de comunicación para el público general.
Figura: Max Ferdinad Perutz. Fotografía tomada de la web www.nobelprize.org. La fotografía se ha utilizado exclusivamente con fines docentes y divulgativos sin ánimo de lucro.
Enviado el Miércoles, 06 febrero a las 09:31:55 por divulgacioncientifica (1331 lecturas)
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