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El 28 de febrero de 2015 se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “Los ángeles de Almáciga”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.
Los ángeles de Almáciga.
En uno de los artículos que publicaba Francisco Padrón en este diario, concretamente el de fecha 4-11-1990, el ocultista y “contactado con los extraterrestres” canario incluyó una anécdota sobre entidades angélicas que un náufrago habría observado a principios de los años 20 del siglo pasado en la zona de Anaga. El resto de la página está dedicada a glosar las andanzas de esas misteriosas luces que para él eran naves alienígenas, quizá su manía más conocida. En esta ocasión, la anécdota de los mensajeros celestiales cae con dificultad en la categoría de lo ufológico; más bien habría que situarla en la de las apariciones numinosas o las alucinaciones provocadas por situaciones de elevado estrés. Nos cuenta el citado que [en los años 20] cinco pescadores salieron con su pequeño barco hasta las afueras de Punta del Hidalgo, en La Laguna. Sobre las diez de la noche el mar estaba agitado, hasta el punto de que, en el momento de subir las redes, la barca volcó. Se hallaban lejos de la costa, pero intentaron ganarla a nado. El más diestro miraba de vez en cuando para atrás para ver si sus compañeros lo seguían. Sobre las siete de la mañana este pescador llegó exhausto a la playa de Almáciga, donde se desmayó. Sus compañeros habían desaparecido. Tiempo después el pescador superviviente contó que:
«Cuando todavía me faltaba mucho por llegar a la costa y ya el cansancio podía más que mis ganas de vivir, pareciendo que todo esfuerzo era inútil, fui ayudado por unos “extraños ángeles” que, vestidos de blanco, flotaban sobre el mar y me decían, claramente: “Sigue adelante. No te detengas. Ten confianza y no te preocupes por tus compañeros. Sigue adelante”».
Según Padrón, este protagonista vivía en la actualidad (1990) y tenía cerca de 90 años, recordando él y sus familiares el hecho como algo muy real.
Dando por cierta la experiencia del naufragio, que no la de los ángeles salvadores, la anécdota remite a la creencia en los ángeles guardianes de la tradición católica, que, desgraciadamente, no se parecen mucho a los de Charlie. Padrón no tuvo cuidado de aclarar, si era posible, en qué momento concreto “percibió” el náufrago superviviente a sus ayudantes e inspiradores, si durante la propia noche de angustiosa natación –como se da a entender- o posteriormente en un sueño intercalado más tarde en el relato, ni creo que tuviera el menor interés en hacer un poco de crítica elemental al respecto.
Para Padrón no parecía haber especial dificultad en insertar esta anécdota en uno de sus infumables artículos, puesto que no muy lejos andan los extraterrestres de los ángeles: ambos son criaturas salvíficas, ayudantes de los humanos, admonitores de los descarriados y pronosticadores del progreso espiritual y de la realización humana en el cielo ortodoxo o por medio de la transmutación de los cuerpos en el cosmos gnóstico. En cualquier caso, no estamos solos en el universo, y también en cualquier caso, las pruebas que aportó de todo ello el citado son las mismas que las que aportan sus seguidores de la “magia de Canarias” (un invento con afán empresarial para tomarle el pelo a los crédulos) y los pseudo-misterios periodísticos: nulas, o, en el mejor de los casos, simples rumores de baratillo paranormal. Algunos se quedaron enganchados a las historietas de miedo al lado de la hoguera adolescente de campamento.
Joe Nickell indica en Entities. Angels, Spirits, Demons, and Other Aliens Beings. (Prometheus Books, Amherst, New York, 1995) que el estrés puede generar visiones de ángeles en situaciones críticas. Citando a Robert A. Baker, asegura que es un hecho bien conocido por los psicólogos que sujetos sometidos a situaciones de estrés y miedo extremos pueden alucinar. Estas alucinaciones, en muchos casos, toman la forma de fantasmas, ayudantes, guías y asistentes, y juegan el papel de salvadores. Si quien alucina tiene también creencias religiosas es fácil entender que sus ayudantes se conviertan en ángeles habitantes del cielo. Es muy probable que, si la amarga aventura del naufragio fue real, la visión fuera producto de la situación extrema y de las creencias del protagonista que consiguió salvarse.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
RCP.
ACDC. 04Mar2015.
Enviado el Miércoles, 04 marzo a las 10:26:33 por divulgacioncientifica (861 lecturas)
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